Área de identidad
Código de referencia
Título
Fecha(s)
- 1925 - 1981 (Creación)
Nivel de descripción
Serie
Volumen y soporte
55 cuadernos
Área de contexto
Nombre del productor
Historia biográfica
Samuel Glusberg nació en Kischinev el 25 de julio de 1898. Fue el segundo de seis hermanos que sobrevivieron a las penosas condiciones en su Rusia natal. Su padre, el rabino Ben Sión Glusberg, tomó la decisión de emigrar con su familia después de los pogroms que se habían desatado contra la población judía de Kischinev en 1905. La familia Glusberg, que siguió creciendo en Argentina, se instaló primero en el barrio de Barracas, de la Capital Federal , y luego se trasladó a una casa de la localidad de Lanús, en la Provincia de Buenos Aires. Glusberg realizó su primera escolarización en una escuela del Estado, no sin combinarla con el aprendizaje de la Biblia y la cultura judía. Cuando su padre enfermó debió costear sus estudios y su vida con los más diversos trabajos (fue vendedor en un comercio de máquinas de coser, empleado del ferrocarril), aunque en algunos momentos consiguió ocuparse en puestos más afines con sus inquietudes literarias: comisionista de una imprenta, empleado de una librería. En 1914, tras la muerte de su padre, comenzó con sus primeras armas en la escritura y bajo el influjo de la poesía de Enrique Banchs, colaboró, durante los años 1916 y 1917, en Mundo Argentino y El Hogar .
Animado por una pasión febril por conocer y divulgar que lo acompañó toda su vida, editó su primera revista en los años del colegio normal. Por esos mismos años su tío Félix le había hecho conocer a Roberto Payró y a Alberto Gerchunoff, y él descubre por su propia cuenta, deslumbrado, a Leopoldo Lugones y Horacio Quiroga. Se convierte, desde entonces, en un apasionado cultor del modernismo literario americano. Dispuesto a difundir sus hallazgos literarios, decide lanzar una colección de folletos que llamó Ediciones Selectas América. Cuadernos mensuales de Letras y Ciencias . La anunciada visita de Amado Nervo a Buenos Aires fue la ocasión y el joven Glusberg, que aún no había cumplido los veinte años, se estrena como editor con la publicación de Florilegio , del poeta mexicano. Al de Nervo siguieron otros cuadernos con textos de Lugones, Quiroga, Fernández Moreno, Roberto Payró, Alfonsina Storni.
El destino de editor parecía sellado tempranamente, y oficiará como sucedáneo de los estudios universitarios. El joven y emprendedor editor parece haber despertado la simpatía de los escritores de la generación mayor. Glusberg formó parte del entorno del poeta Baldomero Fernández Moreno, trabó una amistad intensa con el narrador Horacio Quiroga y hasta recibió el padrinazgo de Lugones. Por otra parte, tanto sus propias incursiones en el periodismo y la literatura, como su labor de editor, lo hermanaron con figuras de su generación, especialmente con Ezequiel Martínez Estrada y Luis Franco. Todos ellos constituyeron a lo largo de los años ‘20 y en los primeros ‘30 una curiosa suerte de hermandad, de la que Lugones fue padre y Quiroga hermano mayor. Pero fue con el poeta de Belén que Glusberg estableció una fuerte comunidad de ideas, no sólo literarias sino ideológicas, en torno a cierto socialismo sin partido, de cuño libertario.
A la publicación de los cuadernos siguió la edición de libros. Las ediciones Babel (“Biblioteca Argentina de Buenas Ediciones Literarias”) lanzaron nombres nuevos al público, que luego alcanzaron gran nombradía. Así ocurrió con Conrado Nalé Roxlo, cuyo primer libro, El grillo , obtuvo el premio de la editorial; con Luis L. Franco, con Roberto Gache, con Nicolás Coronado.
Glusberg se había convertido, a los veinte años, no sólo en el difusor de los nuevos valores, sino también en el editor preferencial de sus maestros y en el de algunos miembros de la promoción más joven. A mediados de los años ‘20, había editado más de sesenta títulos, entre ellos obras de Leopoldo Lugones, Horacio Quiroga, Arturo Capdevila, José Pedroni, Alberto Gerchunoff, Ezequiel Martínez Estrada, Benito Lynch, Alfonsina Storni, Roberto Payró, Evar Méndez. En 1921 decidió convertir los cuadernos en una “revista de libros” que acompañase su política editorial y es así que en abril de ese año aparece el primer número de Babel. Revista de arte y crítica . Esta revista, cuya primera etapa se extenderá hasta 1928, además de publicar poemas, cuentos y ensayos del conjunto de autores citados arriba, dio a conocer por primera vez los trípticos morales de Ingenieros que sólo póstumamente se iban a reunir en Las fuerzas morales ; propició encuestas (sobre la educación, el arte, etc.); promovió concursos y dedicó números especiales a los autores preferidos de Glusberg, que volverán una y otra vez en sus ediciones y en su escritos: Horacio Quiroga y Heinrich Heine, Roberto Payró y Luis Franco. Por entonces, el director de Babel se escribía con la poeta chilena Gabriela Mistral, a quien publicó algunos de sus primeros poemas.
Entre tanto, en lo que hacía a su propia producción literaria, Glusberg prefería mantenerse en un oculto segundo plano. Siempre sintió que sus ideas estéticas o políticas estaban mejor expresadas por otros autores, y se reservó a sí mismo la figura del difusor, del animador o del propiciador. En 1924 refugió su identidad en un seudónimo que iba a acompañarlo toda su vida: Enrique Espinoza. Con todo, no permaneció inactivo en el plano de la creación literaria: a fines de los años ‘10 el poeta adolescente había dejado lugar al joven narrador, el que avanzó una serie de sus “cuentos judíos de ambiente porteño” en Caras y Caretas , El Hogar , La Nación y Mundo Argentino . Son los que, poco después, aparecieron reunidos en La levita gris (1924). El libro tuvo buena acogida de la crítica y mereció dos ediciones. Por entonces una antología de cuentistas de la joven generación lo incluyó junto a autores como Roberto Arlt, Leónidas Barletta, Elías Castelnuovo, Raúl Scalabrini Ortíz y Álvaro Yunque, pero Glusberg, si bien no volvió a la narrativa hasta varios años después con otro volumen de cuentos ( Ruth y Noemí, 1934) y dos relatos de viaje ( Compañeros de viaje , 1937 y Chicos de España , 1938), la década del ‘30 será testigo de otra de sus mutaciones: la del narrador por la del ensayista.
La escena intelectual argentina estuvo marcada en los ‘20 por la polarización entre la literatura vanguardista y la realista, reagrupada —no sin complejos entrecruzamientos— en lo que dio en llamarse, respectivamente, los grupos de Florida y Boedo. No es fácil clasificar a Glusberg según esta oposición: muchos de sus amigos, por otra parte editados por él, están fuera de uno y otro grupo, como Nalé Roxlo, Franco, Arturo Cancela o José Pedroni. Y si su narrativa lo aproxima más a cierto realismo social —la gran literatura rusa del siglo XIX había sido el punto de partida de su formación cultural— y su lealtad lugoniana lo alejan de cualquier actitud parricida, en 1924 aparece ligado nada menos que a la fundación de la revista vanguardista Martín Fierro . Editor y amigo de Evar Méndez, suya había sido la iniciativa de recuperar el nombre de la desaparecida Martín Fierro para relanzarlo en una nueva revista. Pero los jóvenes vanguardistas que no tardan en rodear a Evar Méndez van a adoptar una actitud parricida que a Glusberg sólo podía provocarle recelos y se retiró del proyecto antes de la aparición del primer número.
La creciente profesión de fe americanista lleva a Glusberg a establecer contacto con Waldo Frank, de quien organizará su primera visita a la Argentina (1929) y junto a quien planeará la edición de una revista continental, Nuestra América (en homenaje al libro homónimo del autor norteamericano). Una serie de desencuentros y desavenencias, muchas de las cuales se producen por la amistad que Frank traba en Buenos Aires con Victoria Ocampo y su círculo, harán que el proyecto de la revista se frustre y aparezca, bajo el nombre de Sur , sin su presencia. Mientras prepara el viaje de Frank, Glusberg sabe por Lugones, desde 1926, de la obra del peruano José Carlos Mariátegui. Además, a fines de ese mismo año, y dentro de ese sistema silencioso pero efectivo de construcción de redes latinoamericanas, comienza a recibir Amauta . Glusberg descubre además que Mariátegui tiene también relaciones con Waldo Frank, y comienza entonces un intercambio epistolar que se extenderá hasta la muerte del peruano. Una de las preocupaciones comunes de su correspondencia gira en torno al envío recíproco de libros y artículos. Durante el lapso de tres años en que se desenvuelve este epistolario, Glusberg edita una nueva revista, los Cuadernos de Oriente y Occidente , cuyo nº 1 (1927) reproduce un trabajo de Mariátegui, y un año después comienza a publicar La Vida Literaria , una nueva revista que establece una hermandad creciente con Amauta . La publicación de Glusberg incluye numerosas noticias sobre su par peruana, muchos artículos de Mariátegui y las primeras fotos y noticias biográficas sobre su director que aparecen en nuestro medio. La relación epistolar toma un giro más intenso después de la detención del peruano, en junio de 1927, acusado por el gobierno dictatorial de Augusto Leguía de formar parte de un “complot comunista”. A partir de entonces Glusberg inicia una intensa campaña para convencer a Mariátegui de que se instale en la Argentina , y casi lo logra, si la muerte del peruano no hubiera truncado sorpresivamente el proyecto.
La muerte de Mariátegui y el frustrado plan editorial con Frank desalentaron a Glusberg, que dejó de editar La Vida Literaria a mediados de 1932. Desde entonces y durante 1933 volverá, sin embargo, a la carga con Trapalanda. Un colectivo porteño , una singular revista-libro en la que Glusberg anticipaba algunos capítulos de los libros que continuaba editando por el sello Babel. Los '30 —años de crisis económica y social, de dictadura militar y “fraude patriótico”—, sumados a los sinsabores, los desencuentros y, acaso, la amistad epistolar con Mariátegui, politizaron crecientemente a Glusberg. En 1932 publicó su primer libro de ensayos, Trinchera , en el que resume lo que podríamos llamar su política cultural: la difusión de lo que entiende como lo mejor de la generación modernista (especialmente Quiroga y Lugones), de ciertos autores de la nueva generación comprometidos cada vez más con los problemas sociales (especialmente Martínez Estrada y Franco), la promoción de “los ingleses de las pampas” (Hudson, Cunninghame-Graham), de la literatura rusa clásica (antes que nadie, Turguenief), de los pensadores judíos de Europa central (Spinoza y Heine) y, por supuesto, de los americanistas Frank y Mariátegui.
El clima de desaliento y pesimismo generalizado que acompañaron el inicio de la década hicieron que en 1935, unas vacaciones en Chile se terminan convirtiendo para Glusberg en una estadía de casi cuarenta años en el vecino país. Allí se afinca con su flamante esposa (su prima Catalina Talésnik) y rápidamente vuelve a reunir un círculo de amigos y colaboradores con los que relanza Babel , que se editará ininterrumpidamente entre 1940 y 1951, con un tono mucho más izquierdista que la etapa de la Babel argentina (1921-1928) y de La Vida Literaria (1928-1932). Babel , desde Santiago, será un vocero cultural del pensamiento socialista de tintes libertarios. Conmocionado por los acontecimientos españoles y por los procesos de Moscú en su Rusia natal, Glusberg buscó un acercamiento a Trotsky y a la oposición de izquierda internacional, siempre más interesado en la dimensión ético-política del mensaje trotskista que en su propuesta organizacional (Glusberg conoció a León Trotsky en 1938, cuando, invitado por la Institución Hispano-Cubana de Cultura de La Habana para dictar una conferencia sobre “El contenido social del Martín Fierro ”, aprovechó la ocasión para hacer una escala en México y visitar a Trotsky en Coyoacán). Es así como Babel va a abrir sus páginas no sólo al autor de la Historia de la revolución rusa , sino también al poumista español Juan Andrade, al anarco-trotskista Víctor Serge, al líder trotskista americano James P. Cannon, así como a otros escritores que por entonces rompían con el comunismo sin dejar de reivindicarse como socialistas revolucionarios, como Jean-Paul Sartre, el consejista Paul Mattick, o la francesa Madeleine Paz... Ciertos escritores críticos en aquellos años devendrán luego anticomunistas de derecha (como Ignacio Silone, André Gide, Arthur Koestler, Sidney Hook, Bertram Wolfe, André Malraux), pero otros, como por ejemplo algunos de la nueva generación de escritores norteamericanos, lograrán soportar la formidable presión anticomunista que se ejercía sobre ellos, como Dwight Mac Donald y Edmund Wilson. Todos ellos colaboraron en la nueva Babel , además de otras prestigiosas firmas, como Albert Camus, Hannah Arendt, Luis Araquistain, Thomas Mann, Arthur Rosenberg. Desde Argentina, además de Franco y Martínez Estrada, le enviaban sus colaboraciones figuras como el filósofo trotskista Héctor Raurich, o los italianos exiliados Rodolfo Mondolfo y Renato Treves. Babel dedicó números especiales a la muerte de Trotsky, a los diez años de la revolución española y a la situación de los escritores en la URSS , alternando con otros dedicados a escritores como Guillermo Enrique Hudson o Franz Kafka.
Glusberg dio por terminada su labor de editor de revistas en 1951, año en que se despidió de Babel , y se consagró a editar libros de sus amigos y a concluir proyectos propios largamente postergados. En 1964 murió su amigo Martínez Estrada, y Glusberg debió instalarse por un año en la ciudad de Bahía Blanca para cumplir su función de albacea testamentario. Como resultado de este trabajo, en los años siguientes se publicaron varios libros póstumos de su amigo: En torno a Kafka (1967), Para una revisión de las letras argentinas (1967), Meditaciones sarmientinas (1968) y Leopoldo Lugones, retrato sin retocar (1968). En los años siguientes viajó por Europa, Israel y América, siguió adelante con su múltiple correspondencia y se entregó a darle forma a sus propios libros, otros tantos testimonios de sus “campañas culturales”.
Sucesivamente, reunió en libro y publicó por Ediciones Babel de Santiago de Chile muchos de los artículos aparecidos a lo largo de los últimos 20 años en la revista Babel : en Conciencia histórica (1952) reunió sus mejores ensayos sobre pensadores socialistas; en El espíritu criollo (1951), sus ensayos sobre Sarmiento, Hernández y Lugones; en Tres clásicos ingleses en la pampa (1952), sus retratos de Hudson, Cunningham y Head. En Gajes del oficio , un libro de pequeño formato, reunió notas de su diario, poemas, observaciones.
En 1973, dos semanas antes del golpe militar que derrocara al gobierno de la Unidad Popular , retorna para siempre a Buenos Aires, después de cuarenta años de su partida. Aquí concluye el libro que resume su profesión de fe americanista: El castellano y Babel (1974), una réplica a Babel y el castellano , de Arturo Capdevila, y pergeña ahora un nuevo sello editorial: Ediciones del Retorno. La vejez lo encuentra escribiendo nuevos libros, construidos sobre la base de ensayos anteriores que va retocando una y otra vez, notas breves, recuerdos personales, en torno a sus autores favoritos: Manuel Rojas, narrador (1976), Heine, el ángel y el león (1971), Spinoza, ángel y paloma (1978), Trayectoria de Horacio Quiroga (1980), González Vera, clásico del humor (1983) y, finalmente, Imágenes de Lugones (1984). Para esos últimos títulos, resucita el sello Babel. En 1975 concluye su Trotsky escritor , pero se avecinan años difíciles para la edición de este libro, que aún permanece inédito.
Glusberg muere, casi nonagenario, en su casa de Ingeniero Maschwitz, Provincia de Buenos Aires, el 23 de octubre de 1987, rodeado de sus libros, sus papeles, su pequeño entorno familiar. Solo, porque las nuevas generaciones lo desconocen y porque todos los amigos de su generación, salvo Luis Franco (1898-1988), han ido desapareciendo antes que él. El mismo Glusberg, cuando dio por clausurado el ciclo de Babel , había escrito para sí este epitafio: “Un epitafio en verso, amigos, quiero/para esta torre que yo mismo he sido./Siento que con su muerte un poco muero/como con cada compañero ido”.
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